viernes, 20 de marzo de 2009

Explotación

Tu compañero de toda la vida anunciaba que tenías algo para decirnos. Espontáneamente pensé que estabas embarazada pero enseguida me di cuenta de que tu edad ya no lo permitiría...
Apenas cruzaste la puerta, la tristeza y la confusión inundaron mi corazón por completo. Antes de que lo verbalizaras ya todos podíamos darnos cuenta: el médico te había dicho que estabas anoréxica. Nos decías que era bueno saberlo porque ahora podías actuar de modo diferente con respecto a tu alimentación, pero yo sabía que era anorexia nerviosa.
Tu cuerpo estaba consumido, sobre las clavículas los huecos que se observaban eran oscuros... como si no hubiera músculos, sólo huesos. Tu piel se presentaba seca y arrugada, adherida a esa clara estructura ósea.
Y todos sabíamos el origen de tus nervios. Pues convivíamos en esa misma casa, trabajando duramente para el dueño... encargándonos no sólo de la limpieza de la vivienda, sino también del gran restaurante que podía verse desde la entrada.
Todos formábamos parte de esa realidad opresiva sin cuestionarnos nada, aceptándola como receptores pasivos de nuestro destino con total resignación.
Tuvimos que llegar a ver tu tremenda enfermedad para darnos cuenta, y revelarnos.
Apenas nos contaste empezamos a gritar y a romperlo todo, tocamos el timbre para que él saliera y al verlo, con su aire dominante y abusivo, permitimos que por fin la furia brote por cada uno de nuestros poros como sangrando. La furia se manifestó rompiendo... gritando... golpeando...
Éramos la más hermosa personificación del odio y éramos justos, quizás por primera vez, con nosotros mismos.

No hay comentarios: